![]() |
Categoria 78 de La Carpita. Tercero en la fila de abajo, contando de derecha a izquierda: Juan Román Riquelme. Segundo en la fila de arriba, contando de izquierda a derecha: Pablo Gastón Quintana. |
Son muchos los chicos que sueñan con jugar en primera, varios quieren probarse en clubes grandes con la idea de que así tendrán más posibilidades que en un club denominado chico. Otros, en cambio, van variando y el destino los va llevando por distintos caminos. Pocos son los que quedan en las pruebas de jugadores, muchos menos son los que llegan a la máxima categoría del fútbol argentino. Algunos van a probar suerte solos, el resto va acompañado de algún representante o empresario. Son distintos los motivos por los cuales un chico comienza a transitar el camino del fútbol juvenil, al igual que su destino.
Algunos chicos solamente nacieron con el don de jugar bien y tuvieron la suerte de que alguien los encontrara. Fue testigo de esto desde 1988 a 1990 el club La Carpita de Villa Libertad. Pablo Quintana va recordando con cuentagotas aquellos días. Pero cuando logra reconstruir la historia, cuenta con lujo de detalle: “Jugué desde los 10 hasta los 12 con él. Jorge Rodríguez (director técnico de las inferiores de Platense por ese entonces) lo iba a buscar a Don Torcuato y lo traía al club”. El equipo se entrenaba a las 19 y Juan Román Riquelme estaba siempre dos horas antes de comenzar, pateando la pelota, solo. Pablo narra que a la hora de jugar un partido “se los
pasaba a todos, le tiraba caño al arquero, lo desparramaba y le daba el pase al delantero. No era para nada egoísta”. Pero todo esto hacía que el director técnico lo tratara como “el niño prodigio”: “Nosotros nos poníamos muy celosos porque le regalaba la Coca Cola y el pebete”, revela su excompañero.
Los hacía ganar partidos, cuenta entre risas Quintana, pero “era un chico que no tenía trato con nadie, solamente saludaba y su familia nunca se conoció". "Yo puedo nombrar a los 11 con los que jugué en aquellos años y todos éramos amigos”, agrega. Los sábados iban de clubes grandes para llevárselo y él “por respeto a La Carpita nunca se fue y se quedó a bancar al equipo”. En años en que el país estaba complicado, a través de rifas, de la parrilla del club y su kiosko se recaudaban fondos para alquilar los micros que llevaban a todas las categorías para jugar de visitante: “Todos los padres se organizaban para comprar y hacer algo, pero Román nunca ayudó con ese tipo de cosas. Nos daba bronca, aunque sabíamos que venía de Torcuato, que era humilde, pero los padres nunca vinieron a dar la cara para por lo menos ayudar en algo”, protesta Pablo. Finalmente a los 12 años (1990) dividieron a los chicos: Estudiantes de Caseros se quedó con Pablo y Argentinos Juniors con Román; el resto fue para Platense.
Su destino fue distinto al de muchos otros chicos que intentaron llegar a primera y vivir de lo que aman. La suerte lo acompañó en sus primeros pasos, cuando vivía en la villa San Jorge, cerca de la estación de Don Torcuato. Todo comenzó aquel domingo en la cancha del club Nueve de Julio en José C. Paz mientras Román tiraba gambetas. “Lo vi y se me vino Borghi a la cabeza”, recordó Jorge Rodríguez, su descubridor, en alguna entrevista. Todo comenzó mucho antes de que se lo llevara Argentinos y luego lo comprara Boca en 1996 junto con César La Paglia, Emmanuel Ruiz, Fabricio Coloccini, entre otros. Mucho antes de su debut contra Unión el 10 de noviembre de 1996 con Bilardo como director técnico y luego ganar todo con el club de sus amores: bicampeonato, tres Aperturas, tres Libertadores, una intercontinental, dos Copas Argentinas, y una recopa. Antes de que Ronaldinho se refiriese a él: “Riquelme es de los mejores jugadores que vi en mi vida” y de que el Indio Solari le dedicase unas palabras (en el libro "El caño más bello del mundo"): “Román ha sido, de todos los jugadores que vi, el que más me ha hecho disfrutar el fútbol”. Todo había comenzado mucho tiempo antes, el resto es historia. La Carpita fue testigo; Pablo Gastón Quintana lo contó.
Comentarios
Publicar un comentario