Hace 49 años ocurría en Argentina la tragedia más grande del fútbol local conocida como Puerta 12. Un 23 de junio de 1968, Boca y River se enfrentaron por la fecha número 17 del Torneo Metropolitano en el Monumental. El partido finalizó con un escueto 0-0. Pero lamentablemente el foco estuvo puesto en la muerte de 71 fanáticos tras una avalancha en las escaleras que desembocaban en la salida del estadio. Siempre hubo distintos testimonios e hipótesis que jamás pudieron demostrar lo que realmente sucedió aquel domingo.
Fue un Superclásico con 90.000 personas expectantes dentro del Antonio Vespucio Liberti. No había pulmones, la mayoría de los estadios estaban conformados por populares. Todos los testigos coincidieron en que los escalones que llevaban a la Puerta 12 eran resbaladizos y que no había iluminación en el camino. Los hinchas visitantes -que fueron las víctimas- ocupaban la tribuna alta Centenario que da a Figueroa Alcorta. A la hora de abandonar el Monumental empezaron los problemas. La gente no pudo salir por la puerta y se comenzó a amontonar. Algunos querían volver a ingresar y se topaban con los que querían seguir bajando los escalones. Así surgieron los empujones que dejaron como saldo 71 muertos (la mayoría chicos jóvenes). Muchos de quienes sobrevivieron a ese accidente contaron que la puerta estaba cerrada. Otros testigos afirmaron que estaba abierta pero seguían puestos los molinetes. Y por último, que quienes impidieron la salida fueron los policías que comenzaron a reprimirlos.
En medio de una dictadura encabezada por Juan Carlos Onganía, el clima en Argentina era tenso. El sociólogo Pablo Alabarces contó que un simpatizante de Boca presente aquel día informó que la hinchada había cantado la marcha peronista (el peronismo estaba proscrito en ese entonces) y que debido a eso la policía había recibido la orden de “peinarlos”. Con respecto a eso, Carlos López, ex inspector de la policía federal, dijo: “Yo no defiendo a la policía, solo digo la verdad. No hubo ningún inconveniente con eso”. Lo cierto es que el próximo año, Boca y River se volvieron a encontrar y ambas partes gritaron: “No había puerta, no había molinete, era la cana que daba con machete”. Otros testigos llamados Franco Dionisio y Juan Iñiguez afirmaron que lo que estorbaba la salida eran los molinetes que “tenían una barra de hierro que no permitía el paso”. Asimismo Enrique Acuña declaró para Clarín que diez minutos antes de finalizar el encuentro la puerta ya estaba cerrada, ya que el quiso irse y no pudo. Por otro lado Jorge Gaitán manifestó que estaba seguro que la puerta no estaba cerrada. Él se cayó en el incidente, y al ras del piso no vio “nada” que impidiera el paso.
El caso más infortunado de los superclásicos y del fútbol argentino no tuvo culpables para la Justicia a pesar de la cantidad de víctimas que dejó. Hubo una sentencia penal que sobreselló en noviembre a las autoridades del club y dejó la causa archivada ya que los tres camaristas Raúl Munilla, Jorge Quiroga y Ventura Esteves consideraron que las pruebas demostraban que no había obstáculos para salir. AFA reunió un fondo de aproximadamente 100.000 dólares para las familias de los fallecidos a cambio de que renunciaran a un reclamo judicial. Solo dos damnificados siguieron en la lucha pero sólo recibieron como fallo el cobro de 50.000 dólares a cada uno. Un River que venía con una escasez de 18 años sin títulos y con la ilusión de llevarse el Torneo Metropolitano que luego ganaría San Lorenzo. Un Amadeo Carrizo defendiendo el arco Millonario, que se había negado a comenzar el partido sin tener su gorra de “cábala” que le había quitado Ángel Clemente Rojas. Un Boca lejos de consagrarse campeón con figuras como Rubén Suñé, Silvio Marzolini, Antonio Rattín. Un espectáculo lleno de sentimientos. Todo terminó siendo opacado por un final inesperado para las personas que sólo habían ido a ver jugar a su equipo.
Fue un Superclásico con 90.000 personas expectantes dentro del Antonio Vespucio Liberti. No había pulmones, la mayoría de los estadios estaban conformados por populares. Todos los testigos coincidieron en que los escalones que llevaban a la Puerta 12 eran resbaladizos y que no había iluminación en el camino. Los hinchas visitantes -que fueron las víctimas- ocupaban la tribuna alta Centenario que da a Figueroa Alcorta. A la hora de abandonar el Monumental empezaron los problemas. La gente no pudo salir por la puerta y se comenzó a amontonar. Algunos querían volver a ingresar y se topaban con los que querían seguir bajando los escalones. Así surgieron los empujones que dejaron como saldo 71 muertos (la mayoría chicos jóvenes). Muchos de quienes sobrevivieron a ese accidente contaron que la puerta estaba cerrada. Otros testigos afirmaron que estaba abierta pero seguían puestos los molinetes. Y por último, que quienes impidieron la salida fueron los policías que comenzaron a reprimirlos.
En medio de una dictadura encabezada por Juan Carlos Onganía, el clima en Argentina era tenso. El sociólogo Pablo Alabarces contó que un simpatizante de Boca presente aquel día informó que la hinchada había cantado la marcha peronista (el peronismo estaba proscrito en ese entonces) y que debido a eso la policía había recibido la orden de “peinarlos”. Con respecto a eso, Carlos López, ex inspector de la policía federal, dijo: “Yo no defiendo a la policía, solo digo la verdad. No hubo ningún inconveniente con eso”. Lo cierto es que el próximo año, Boca y River se volvieron a encontrar y ambas partes gritaron: “No había puerta, no había molinete, era la cana que daba con machete”. Otros testigos llamados Franco Dionisio y Juan Iñiguez afirmaron que lo que estorbaba la salida eran los molinetes que “tenían una barra de hierro que no permitía el paso”. Asimismo Enrique Acuña declaró para Clarín que diez minutos antes de finalizar el encuentro la puerta ya estaba cerrada, ya que el quiso irse y no pudo. Por otro lado Jorge Gaitán manifestó que estaba seguro que la puerta no estaba cerrada. Él se cayó en el incidente, y al ras del piso no vio “nada” que impidiera el paso.
El caso más infortunado de los superclásicos y del fútbol argentino no tuvo culpables para la Justicia a pesar de la cantidad de víctimas que dejó. Hubo una sentencia penal que sobreselló en noviembre a las autoridades del club y dejó la causa archivada ya que los tres camaristas Raúl Munilla, Jorge Quiroga y Ventura Esteves consideraron que las pruebas demostraban que no había obstáculos para salir. AFA reunió un fondo de aproximadamente 100.000 dólares para las familias de los fallecidos a cambio de que renunciaran a un reclamo judicial. Solo dos damnificados siguieron en la lucha pero sólo recibieron como fallo el cobro de 50.000 dólares a cada uno. Un River que venía con una escasez de 18 años sin títulos y con la ilusión de llevarse el Torneo Metropolitano que luego ganaría San Lorenzo. Un Amadeo Carrizo defendiendo el arco Millonario, que se había negado a comenzar el partido sin tener su gorra de “cábala” que le había quitado Ángel Clemente Rojas. Un Boca lejos de consagrarse campeón con figuras como Rubén Suñé, Silvio Marzolini, Antonio Rattín. Un espectáculo lleno de sentimientos. Todo terminó siendo opacado por un final inesperado para las personas que sólo habían ido a ver jugar a su equipo.
Ex Puerta 12. Actualmente su nombre es Puerta L por ser la doceava letra del abecedario.
Plaqueta colocada por el aniversario número 40 de la tragedia.
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